Ser Mochilero

Antes del tiempo

Es media mañana de invierno. Hay sol, pero no quema. De hecho, ayuda a pasar el frío de las sombras. La brisa trae olores de bollos y tortillas de rescoldo. De fondo se ven montañas de distintos colores y el viento trae sonidos armónicos. Las voces son tranquilas como todo el entorno.  

Es un día de semana en un pueblo de la puna jujeña. Es el año 2001. Esa escena, más o menos, se ira repitiendo durante algunos años en excursiones estudiantiles. Esos viajes los recuerdo con mucha felicidad como también al anhelo previo a realizarlos. Si bien había empresas de viajes y turismo, por lo general no íbamos a hoteles sino a albergues más bien rústicos, sin ningún tipo de comodidad. También solíamos ir por rutas “alternativas”.  

Creo que ese fue el germen. 

Inicio y evolución 

En concreto empecé a viajar con mi mochila a los 20 años cuando sentí la necesidad de retomar esas rutas de la adolescencia y repetir ese estilo de viajes. Ya había entrado en la “falopita” de la web (adicto a abrir miles de pestañas o ventanas a la vez) y empecé a pasar horas en foros y páginas de viajes hasta que me animé a armar una mochila y hacer grandes distancias y horas sobre distintos buses.  

No hubo vuelta atrás.  

En ese momento lo encontraba como una forma de poder conocer lugares recónditos sin la necesidad de contar con gran presupuesto.  

Terminal de buses de Yacuiba – Bolivia.

Lo barato, obvio, tenía otro costo: dejar de lado el confort. Por lo general tenía que parar en lugares básicos, sin ninguna prestación. Pero también entendí que no era algo que me interesaba. Descubrí que mucha gente viajaba de esa manera.  

Primero fui a Jujuy y luego a Bolivia. Generalmente me movía por lugares o pueblos sin tanta infraestructura que me generaban cierta incomodidad y desgaste.  

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Igual empecé a encontrarle el gustito a ese tipo de cansancio, que llamativamente, les daban a mis pensamientos un descanso.  

en algún lugar…

Algo de la tranquilidad de montaña creo que me obliga a frenar. Capaz algún día puedo explicarlo mejor.  

Lo fui interpretando como un estilo, ni mejor ni peor. Tampoco tan distinto. Un estilo más. 

Hostel

En esos viajes de estudiante, había conocido algunos albergues en el norte argentino, incluso bases navales como en Bahía Blanca o Comodoro Rivadavia. Pero la primera vez que pise un hostel fue en la Patagonia,en Calafate.  

Solo recuerdo que a un compañero le robaron un celular que dejó cargando en la sala de uso común y la desaparición del aparato coincidió con la salida de un grupo de montañistas. Me acuerdo de que pensamos que fueron ellos.  

Por lo general en los primeros viajes organizados por cuenta propia elegí repetir este tipo de hospedaje. Creo que en esa época estaban en auge (entre 2008 y 2010). Los encontraba por todas partes en ciudades turísticas y costaban más barato que un hotel.  

Conseguí el mejor precio en alquiler de autos en DiscoverCars.com

No me molestaba compartir la habitación con extraños ni tampoco el baño. A veces me tocó algunos muy bien cuidados y organizados… otros que dejaban mucho que desear. Sobre estos últimos, creo que a algunos ya no podría ir en la actualidad. 

En otros momentos lo destacado fue acampar. Al día de hoy, sigo viendo en la terminal o en la ruta personas con su mochila y su carpa yendo a algún lugar de camping. Por mi parte la ultima vez fue en Cochuna, después de mucho tiempo de no ir de campamento.

La oferta de carpas y elementos de campamento es grande así que es una actividad que sigue en pie. Espero que, con el paso del tiempo se trate de una actividad que se repita cada vez más, porque la disfruto con creces. 

Volviendo al concepto de Hostel, más allá del precio y de tener que compartir espacios, lo interesante de este tipo de hospedajes es que incentivaba o incrementaba las posibilidades de conocer personas de otras partes del mundo, que es lo que me interesaba. Con los años eso cambió, al menos en mi caso. Si bien sigo yendo a hostels, ya no me sumo a conversaciones con extraños que me terminan resultando, muchas veces, superficiales. 

La aventura y el impulso explorador

Algo a lo que siempre relacione a viajar con mochilear es al concepto de “aventura”, tipo 8bits a lo Mario Bros del family, yendo hacia adelante sin saber con qué me encontraré, relativo a lo desconocido (sea bueno o malo).  

Me pasó eso cada vez que fui al altiplano y de una u otra manera me generó la misma sensación de estar ante algo nuevo y distinto. Luego se fue sumando la nostalgia al volver a lugares que había ido antes, pero con otra edad. 

Suelo fantasear con las culturas nómades del pasado, que vivían más centradas en el día a día, a diferencias de “bichos de ciudad” como yo, siempre proyectando a futuro, planificando, buscando el control de la situación. Sin religión, pero con ansiedad, como dice la canción. 

Durante muchos años leí libros sobre exploradores. Nunca lo seré, pero me gusta creerme durante unos minutos la idea de que estoy “descubriendo” algo.  

Me pasaba a los 20 cuando recorría Sudamérica y me pasa ahora cuando voy a caminar por algún sendero (aunque el sendero ya esté hecho y lo pueda caminar gracias a tracks que crearon otras personas). 

Sobre los estereotipos del mochilero  

He leído varios blogs donde hablan sobre “qué es ser mochilero”. Me encanta la variedad de visión que hay sobre esto y lo que cada uno tiene para decir.  

Caminando por Potosí

A veces descriptos como “locos”, ya sea con una connotación peyorativa o, por el contrario, como si se tratara de un logro al estilo superación de tipo espiritual, al “dejar de lado lo material” (inchequeable).  

A veces lo relacionan con algún “tipo” de personalidad en particular. Que se yo. 

Lo que encuentro como punto en común es que no hay una sola definición. Pareciera que, finalmente, cada persona que le interese el concepto o idea de “mochilear” podrá definirla a su manera. 

Algunas características con las que se los suele relacionar: 

  • Independencia 
  • Itinerarios propios 
  • Turismo alternativo y económico 
  • flexibles 
  • Realizado por jóvenes/estudiantes 

De todas maneras, si tengo que quedarme con una definición, esa es la que da Nelson de mochileros.org en su artículo sobre el tema (click aquí). 

Elección de vida, no de estatus

Una vez un amigo me dijo que había que tener cierta valentía para andar con una mochila caminando por un pueblo o por lugares “para nada turísticos” de una ciudad grande. Creo que lo decía, más que nada, relacionado con la seguridad o los peligros a los que podemos estar expuestos.  

Podría haber sido menos croto… pero no.

Una compañera de trabajo, en cambio, considera que se trata no solo de una moda de gente veinteañera sino que además, según ella, ya no es algo a lo que se apunte ni siquiera a esa edad.  

No lo sé, pero no creo que tenga que ver con un valor per se, tampoco con un estatus, moda ni mucho menos.  En cambio, considero que es algo relacionado a una filosofía personal, una elección (de tantas) de cómo relacionarse con el mundo. 

El contraste entre cansancio y pasión  

Finalmente hay algo importante que tiene que ver con el aspecto físico. En definitiva, viajar como mochilero, por lo general, implica un gran desgaste: pasar de ciudad a ciudad, de bus en bus. Del de larga distancia al que te lleva dentro de una ciudad al hostel. Incluso viajando en taxi suele ser más incómodo por el tamaño o forma de la mochila.  

Mercado de Sao Paulo

Moverse en el servicio público de un lugar es un dato crucial, porque es una de las maneras más genuinas de ubicarse en la cotidianidad del que vive allí, además de que en sus rutas incluyen calles que por distintas razones no son recomendadas para los turistas.  

Un ejemplo de ello es el teleférico de la Paz, que su construcción implicó un cambio significativo para los ciudadanos de esa ciudad y los de El Alto, a la vez que se convirtió en una actividad turística propiamente dicha para cualquiera que visita Bolivia y tiene allí unas inmejorables vistas.  

Mención especial para los trenes. En Sudamérica no hay muchos, pero en otras partes del mundo son un golazo para moverse.

Terminal de buses de Santa Cruz de la Sierra

Hace unos años anduve por Tarija y Santa Cruz y, antes de tomarme el primer bus, dudaba de cómo iba a portarse mi espalda después de tanto tiempo sin viajar de esta manera a pura mochila y bondi (casi 15 años después de la primera vez).  

Los años pasan y ahora lo pienso un poco más antes de calzarme la mochila en la espalda. O también como escribí más arriba, analizo un poco más la comodidad de los colchones en un hostel, incluso la cantidad de gente que hay hospedada allí. 

 Por suerte todo salió bien. Encontré más cansancio que antes, sí, pero las ganas siguen intactas.  

La mochila, un reflejo de la experiencia 

En definitiva, el concepto está ligado a algo material y concreto que todos conocemos bastante bien: la mochila. 

He cargado muchas de ellas a lo largo de los años y, sin embargo, nunca he sabido bien “cómo guardar” mejor las cosas. De una u otra manera siento que se vuelve algo automático. De todas maneras, además de que hay gente que explica qué conviene poner arriba y qué cosa poner abajo, la posta es que hay que llevar lo menos posible. Sólo lo indispensable.  

Finalmente cargamos cosas de más y terminamos usando lo mismo, agregando peso y cansancio al vicio. Algo que suelo hacer apenas llego a un lugar en el que me quedaré al menos 3 días es lavar algo de ropa a mano, para tener tiempo de que se seque hasta que siga de viaje. 

 Coincido con lo que escriben en Marcando el polo de que, al viajar con mochila, no existe el “por las dudas”. Si bien no es una regla, es una orientación para seguir. 

Hay muchos recetarios sobre cómo hacer las cosas, incluso para armar una mochila. Pero la experiencia de cada uno es la que va a ir dándole forma al asunto de acuerdo con las necesidades propias.  

En mi caso suelo virar entre una organización pensada y un desorden que, lejos de molestarme, me transmiten espontaneidad.  

Cuando estoy de viaje, pongo el foco en aquello que se presenta como objetivo en un momento puntual, y no tengo problemas de postergar la organización de mis elementos si hay un tour, salida de bus o situación urgente. Esto no aplica a documentos y efectivo, ya que no los suelo llevar en la mochila: no es lo mismo no encontrar una remera que no saber dónde quedó mi celular o la billetera. 

Suelo cambiar cada tanto de mochila. Si bien no me encariño con este tipo de objetos, sí me acuerdo de ver luego alguna foto de años anteriores y recordar alguna en particular por algún evento concreto.  

A veces de los viajes más que recordar un monumento o museo, termino enlazando a situaciones más nimias o cotidianas: la mochila amarilla de mis primeros viajes no la olvido y la recuerdo al detalle.  

El estilo de viaje tipo mochilero, al que me sumé a mis 20 años, tiene siglos de historia. Desde el camino que hacían mercaderes por la ruta de la seda, pasando por las rutas hippies de los 60 y 70 hasta el desarrollo del turismo alternativo. 

No se como será la cuestión a futuro, a lo mejor me convierto en un Flashpacker… no me quejaría.  

LINKS DE INTERÉS SOBRE EL TEMA 

Mochilero – Wikipedia, la enciclopedia libre 

Guía práctica para futuros mochileros 

▷ Turista mochilero: Descubre sus principales características 2025 

Turismo mochilero: definición, ventajas y cómo planificarlo | Mi Mundo por el Mundo 

Flashpackers, la nueva generación de mochileros – Mochileros TV 

¿Eres un Flashpacker? | Paquete Flash 

2 comentarios en “Ser Mochilero

  1. Avatar de El Surfer de Iquique
    El Surfer de Iquique 20 agosto, 2025 — 10:01 am

    Mis viajes más divertidos fueron de mochilero. Dentro de poco tengo otro. Saludos desde Iquique (Chile)

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    1. Avatar de consejoalviajero

      Que buena onda! Anduve por Iquique en 2024. Un abrazo.

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