La capital camba y sus alrededores

Santa Cruz de la Sierra

En otras ocasiones que vine a Bolivia recorrí las rutas del oeste, entrando por Villazón y subiendo hasta Perú por Uyuni, Sucre, Potosí, La Paz y Copacabana. Por ello, y siendo ya once años que no pisaba estas tierras, me propuse un viaje de una semana para recorrer ciudades que solo conocía por fotos. Santa Cruz y Tarija, por la cercanía, fueron las elegidas. 

Llego a Santa Cruz a las 6 AM. El viaje en bus desde Yacuiba fue tranquilo, pude dormir casi todo el trayecto. Llueve. Camino un poco por la terminal para hacer tiempo, pretendo ir caminando desde allí al hostel pero me parece que no es recomendable hacerlo de madrugada. La estación se llama Bimodal y entiendo que es porque llegan y salen no solo buses sino también trenes. Hay millones de empresas que van a todos los puntos del país y la mayoría está cerrada por la hora. De todas maneras hay muchas abiertas vendiendo a grito pelado «cocha, Cochabamba». Aprovecho para averiguar el tiempo de viaje a Tarija y el precio. La única empresa abierta me dice que son 14 horas y 200 bolivianos. Me parece mucho. Empiezo a pensar que, si en vez de ir a Tarija, mejor voy a otra ciudad. Capaz Potosí. Veo un cartel con tarifario (lo cual me parece excelente) con todos los precios desde las ciudades principales a las demás como para tener referencia.  

Se ve mucha gente con cara exhausta por la espera, cómo se suele ver en cualquier terminal.  

Decido emprender mi caminata hasta el centro. He reservado tres noches en el Nomad Hostel. 

Siendo las 7 hay mucho movimiento de auto y micros, pero aún las persianas de todos los negocios están cerradas. No se ve mucha gente a pie y no sé si es por la hora o por la lluvia. camino 40 minutos hasta llegar al centro. Dije en el Hostel que llegaría a las 9 y son las 7.30. Nadie atiende. Igual considero que podrían tener al menos un timbre en la puerta. 

A lo largo de mi caminata hasta aquí, busque cafés. pero solo vi uno y estaba cerrado. En las cercanías a la terminal si había muchos puestos callejeros de desayuno. Mucho caldo, carnes y distintas infusiones, incluso algunos vendían api, pero nada de café. Termino en el Starbucks de la esquina de la plaza (luego descubriré al menos dos más), desayunando un café con leche (me niego a llamarlo de otra manera) acompañando con los panes que me regalaron ayer en Yacuiba

Me abren los del Hostel. Está bien, hay buena onda. Me atiende Nicolás, uno de ellos porque luego conoceré a los otros dos. El check in es recién a las 14. Reservé una habitación compartida.

Hago tiempo aprovechando el wifi y descansando en un living cuando llega otro huésped. Se llama Mauricio y es de Brasil. Charlamos y decidimos salir a dar una vuelta. Caminamos por la plaza principal donde un millón de palomas dominan la escena. Van a conquistar el mundo. 

Mauricio busca un disco externo, lo acompaño en la búsqueda y de paso conozco la ciudad entrando en un sin fin de mercados y ferias en las calles. Esto parece ser infinito, comercio por todos lados. Se consigue de todo en todos lados. Mauricio está interesado en esa actividad fascinante que todo boliviano de bien (y los argentinos del norte) realizan: coquear. Con una bolsita de 5 bolivianos está mas que bien. En La Paz conseguirá de mejor calidad, le prometen. Finalmente volvemos al Hostel; ubico mi mochila en la habitación, me doy una ducha y me acuesto un rato.  

Después preparo unos mates mientras converso con Isaías. Isa. Es un argentino que viene viajando desde Buenos Aires, pasando por el noroeste argentino hasta Santa Cruz. Trabaja como músico en las calles y buses de las ciudades. Escucho atentamente sus aventuras y desventuras. Me dice que cuando discute con alguien tiene un insulto que usa como muletilla y que cree que lo voy a reconocer: «comé aca».  

Decido salir a caminar e ir al Ventura mall porque leí en algún foro que ahí podía conseguir cosas de camping (si) y motorhome (no). El camino es bonito y evidentemente es la zona rica de la ciudad. La Miami boliviana que le dicen.

No voy a negar que una de las razones que me motivaban conocer esta ciudad era justamente que se trataba de aquella donde reside el grueso del poder económico de Bolivia.

Al parecer hay mucha guita por aquí. También, dista mucho en cuanto modismos y paisaje de otras ciudades bolivianas. De hecho, leí y escuché, que se parece mucho a Asunción de Paraguay (ciudad que no conozco y anhelo conocer). 

El tráfico en Santa Cruz de la sierra me parece que está un poquito más ordenado que en La Paz, pero un poquito nomás.

Espejillos (Área protegida departamental monumento natural)

He dormido casi 10 horas. No sé si estaba tan cómoda la cama, pero yo estaba muy cansado. 

No he decidido que hacer el día de hoy, pero lo haré al desayunar. Cargo el mate y encuentro a pocas cuadras una cafetería. Café con leche pido, me traen la taza de leche caliente y un tarro de café instantáneo para que le agregue a gusto. Lo acompaño con una empanada de queso. 13 bolivianos. 

No sé si el termo me durará mucho tiempo, me parece que el agua se va a enfriar. Me voy a espejillos. Camino hasta la zona de la ex terminal y de allí salen las combis hacia la guardia, el torno y espejillos. Fácilmente consigo micro que vaya hacia allí. El minibus tardó en llegar a destino alrededor de 45 minutos. En la ruta, donde me deja el vehículo y coincide con la entrada al camino hacia Espejillos, una camioneta Toyota land Cruiser es la q se encarga de acercarte a la entrada de espejillos, pero como soy el único debo esperar a ver si viene alguien más. Es mucho bicho pa` llevarme a mí solo. 

Me quieren cobrar 120 bolos el trayecto ida/vuelta, un montón. Compartiendo la camioneta cuesta 15, pero no viene nadie. Ya no tengo tiempo de hacer otra cosa y volver a santa cruz me parece un desperdicio. Estas son las desventajas de no contar con la suficiente información y organización. 

 Le propongo al potencial conductor, Valentín, en pagarle 70 ida y vuelta (un poco más del doble si tuviera que compartir) pero me parece lo más lógico, y a él también. Acordamos esperar hasta las 13, a ver si llega gente y si no, vamos por los 70. De aquí hay una hora aprox. hasta la entrada. Caminando son como 3 horas y media; las hubiera hecho sin drama, pero tendría que haber empezado a caminar como mucho a las 9 para que valga la pena. Pasadas las 13 no viene nadie así que emprendemos el camino. 

En la zona cercana a El torno, mientras espero la trufis que me lleve a espejillos veo que absolutamente todo el mundo anda en ojotas o sandalias. Incluso con el frío (para estos lares) que hace. La entrada al parecer a espejillos es de 20 bolos. Hay que cruzar el río Tacuarembó, el cual me dicen, lo usan los lugareños y no tan lugareños para pasar los días de calor. Aquí vive la comunidad Tacuarembó. 

Finalmente, luego de un trayecto de puro verde y camino de ripio, llego a espejillos. El lugar está bastante bien, hay zona de acampe, baños y parrillas. El lugar es tranquilo y bello con cerros verdes que rodean el asunto. Hoy no hay prácticamente nadie por el clima, que está nublado. 

Caminando por un sendero de aprox. 200 mts en subida vas pasando una por una por 23 pozas de agua que están especial para darse un baño en los días de calor. Son como piletas naturales de distinta profundidad. Imagino el bullicio en el verano y un caudal de gente similar al que se ve en la cascada de aguas chiquitas en El Cadillal. El recorrido culmina, justamente, con una cascada. 

Aprovecho que estoy solo para tirar un par de trazos en un cuaderno de dibujo que llevo conmigo, pero como de costumbre, el resultado no me satisface. Me encantan las cascadas, pero la gran mayoría de las que conocí fue en una época o días fríos por lo que pocas veces pude darme un baño. También es cierto que aprovecho estos días porque no suelen ser tentadores para muchas personas y me permiten estar “a solas” con la naturaleza. 

Para la vuelta me subo en la parte trasera de la trufis. Allí conozco a Farías, quien está de visita a su abuela que vive allí, pero que hace ya muchos años vive en Flores, Buenos aires. Me comenta que su padre vive en La Rioja. También se considera con suerte por haber conocido muchos lugares de argentina como Ushuaia, Mendoza o Córdoba. También anduvo por Tucumán y dice que por trabajo él va donde sea, como ser Chile y Uruguay donde estuvo en un par de ocasiones.  

Al llegar a la ruta tomamos juntos la combi hacia Santa cruz. Mientras charlamos en el trayecto, me muestra foto de sus hijos. Además de visitar a su abuela, agrega que aprovecha para a ayudar a un hermano con un trabajo y luego vuelve a Buenos aires. 

Samaipata

Ya de vuelta en el Hostel me encuentro con algunos de los viajeros que residen momentáneamente allí. Por la tarde suele ser el tiempo en que las personas regresan de sus paseos o excursiones y en muchos casos, comparten anécdotas de su día con los demás. En ese sentido, nos envolvemos en una interesante charla y discusión con dos brasileros, Leandro (que vive en una pequeña ciudad cercana a la frontera de Brasil con Guayana francesa), Mauricio (oriundo de Itapetininga una ciudad de 150 mil habitantes en el interior del departamento de San Pablo) y Carlos que es un docente jubilado de Neuquén que está viajando hace meses escribiendo para la revista Herramienta sobre las comunidades de la Amazonia. La conversación gira alrededor de las rutas hechas y por hacer por cada uno de ellos y cerveza mediante, nos adentramos, pero un poco nomás en las vicisitudes de los vaivenes políticos de Argentina y Brasil. 

En la noche del viernes, mis interlocutores me convencen de ir a Samaipata al menos un día. Dada la relevancia del lugar y la cercanía a santa cruz de la sierra. Para ello, me dirijo a las 7 de la mañana del día siguiente al expreso Samaipata, cerca del estadio Estadio «Tahuichi» Ramón Aguilera Costas, quienes por 30 bolivianos te llevan en un auto compartido hacia el pintoresco pueblo. El chiste es esperar hasta que el vehículo se llena y recién parte. Por suerte, hay mucha demanda.  

El trayecto está bastante bien, pero destaco que tanto en el auto de ida cómo en el de vuelta no están disponibles los cinturones de seguridad traseros. Esa constante se va a repetir a lo largo del viaje y me recuerdo que así fue en mis viajes anteriores por Bolivia. 

 El paisaje en el camino es llamativo. La sinuosidad de la ruta que entra y sale en un serpenteante movimiento deja al viajero constantemente expectante ante la aparición de montañas y otras formaciones gustosas para ver a cada momento.  

Llegado a Samaipata, por la hora, me dirijo a comer a Finca La Víspera, muy recomendada, que realiza todos sus platos de forma orgánica, dónde está a la vista todo lo que utilizan para cocinar. Al perecer los huéspedes pueden realizar un paseo de cosecha. La vista desde allí es preciosa. Unos sorrentinos y un mousse de mango son los elegidos. 

Me dirijo luego al pueblo, pero primero paso por las cabañas Las araucarias, que además de un lugar para dormir, tiene un lindo paseo interno y una zona realmente privilegiada. Un quincho y una producción de cerveza artesanal completan el combo. 

Teniendo poco tiempo, aprovecho el tirón para conocer el Fuerte de Samaipata. Para ello tomo una mototaxi que por 15 bolivianos me acerca hasta la entrada del parque en un corto pero intenso paseo. Por supuesto, no tienen a disposición casco para el acompañante. 

 Previo a llegar al parque el conductor me señala una de las paredes de la montaña donde ya se puede ver la salida rocosa de lo que es la continuidad de la gran roca que contiene las ruinas arqueológicas. El Fuerte de Samaipata es un sitio arqueológico precolombino y preincaico de origen chané. Es considerada la piedra tallada más grande al menos de Sudamérica. Caminar por este circuito te lleva mas de una hora y si tenes tiempo y ganas, podes optar por sumar un guía que te va explicando paso a paso lo referente al significado e investigaciones sobre el sitio. 

Para volver a Samaipata se puede optar nuevamente por la mototaxi o como en mi caso, por un taxi compartido que termina saliendo un poco menos. El pueblo es pequeño y super pintoresco. Con viajeros con los que hablo, me comentan que se quedan allí muchos días e incluso meses. Tanto en el pueblo como en sus cercanías hay muchas actividades para hacer por lo que lo dejo anotado en el bloc mental de rutas a realizar en un futuro. Con seguridad retomo estas rutas, posiblemente pasando de largo por Santa Cruz.

Si bien me llevo una imagen agradable de la ciudad, me parece que lo interesante para aquellos que venimos de afuera está en los alrededores, siendo que se trata de una ciudad grande con todas las luces y sombras que ello conlleva. De todas maneras, leyendo un poco sobre la historia boliviana, de las influencias y conflictos que fueron armando esta nación, está claro que el oriente boliviano asiste a otro tipo de idiosincrasia que se diferencia (a veces a propósito) del occidente. Para ello vale recordar los conflictos de principio de siglo como la guerra del gas, del agua o los movimientos separatistas de 2008. De todas maneras, esta ruta occidental me parece más que potable para tomarla en futuros viajes al pantanal y ciudades del norte.

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