Otra vuelta por La Paz 

De expectativas y lugares

Hay lugares que me gustan mucho por algo en particular. Otros directamente no me llaman la atención o luego de estar poco tiempo, ya sé que no me traerán un interés por volver a caminar por allí en el futuro. También me ha pasado de sitios a los que le expresé grandes expectativas que no estuvieron a la altura y obvio, otros que gratamente me sorprendieron.  

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La Paz, sin lugar a duda está dentro del grupo de lugares a los que volvería una y mil veces. Cuando en 2009 pude conocerla he quedado maravillado, sin saber que menos de dos años después volvería a allí. Con la grata sorpresa de que “la segunda vez” en este caso si fue buena.  

Tuvieron que pasar trece años exactamente para que finalmente pueda pisar nuevamente suelo paceño, y recorrer otra vez aquella ruta andina que tanto disfruté en aquellos años cuando entendí que la “aventura” no era solo un género de videojuegos ni de historias de libros y revistas, sino que podía hacerlas parte mía. Al menos, así lo sentí en aquel momento. 

En este caso fue diferente, porque los años pasan y tenía la constante pregunta de cómo me sentaría la altura, como llegaría luego de tantas horas manejando, que tal la ruta, si el clima ayudaría, si la ciudad me seguiría gustando… 

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Llegada a la ciudad y al camping

La ruta entre Tupiza, pasando por Potosí y Oruro hasta llegar estuvo bastante bien. Tengo el nublado recuerdo de que el estado de estas no era el mejor. Sin embargo, en la actualidad no tengo de que quejarme. Puedo, en todo caso, hacer comentarios sobre cómo se maneja en esos caminos o algún reparo sobre la señalización.  

Ahora bien, donde todo se vuelve caótico es llegando a destino. Una tormenta nos sorprende a pocos kilómetros de llegar a la urbe, cuando ya la multitud de automóviles es constante y se empieza vislumbrar un inacabable conurbano paceño. El estrés del momento por la concentración para ver más allá de la lluvia y la constante incertidumbre sobre lo conveniente o no de parar hacen de esta parte un desafío un tanto abrumador.  

Pasado el momento, se presenta uno no menos denso, los desvíos en el ingreso de la ciudad por calles abnegadas. Aquí aparece como sacado de un cofre un recuerdo que estaba en el olvido, el ruido de las bocinas y el caos vehicular. Una constante de las calles bolivianas es que hay un desorden que de algún modo pareciera funcionar, donde en todo momento te acompaña la sensación de estar a punto de chocar a otro auto, a una moto, tuc tuc o persona. O que todo eso pase junto.  

Entramos a la ciudad por la ruta 1 y en la primera rotonda viramos hacia “El alto Malasilla” donde empezamos a subir nuevamente una montaña, con excelentes vistas a La Paz, en una ruta de vueltas y más vueltas que nos depositará en el Camping Las Lomas. Pasamos por Alcaldía de Achocalla, la Universidad Privada Boliviana, rozamos la entrada al valle de la luna (donde no paramos porque queríamos llegar al camping antes del anochecer), cruzamos todo Calacoto hasta finalmente llegar a destino. 

El camping las lomas es además un taller mecánico. Consigo reservar aquí a partir de intercambio de mensajes con su dueño Marcos, a quien no tengo el gusto de conocer por encontrarse de viaje pero que con gusto disipa todas las dudas previas. Nos cobra 75 bolivianos por noche y el lugar está lleno de motorhome. Mas que motorhome la mayoría son “MOUNSTROShome”.

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Literalmente son camiones acondicionados para viajar y vivir allí. La mayoría de los viajeros son europeos y norteamericanos. Es casi nulo el idioma español en el lugar. Los espacios de uso común son realmente muy cómodos y la experiencia en este sitio es verdaderamente buena. La mayoría de los viajeros aprovecha para descansar y se queda en estadías que superan la semana. Además de cocina, baños, wifi y taller mecánico, tiene servicio de lavarropas y una buena vista hacia una parte de la ciudad.  

En verdad La Paz tiene miradores por todos lados. Es la primera vez que me quedo en un camping “exclusivo” para motorhome. Las personas allí hospedadas te ayudan en todo momento, sobre todo porque al estar lleno de vehículos gigantes, el espacio escasea, entonces es bienvenida una orientación para poder estacionar de la manera más cómoda y conveniente posible. Lógicamente le dedico varias líneas a este camping porque está, realmente, más que recomendable para quienes vayan a La Paz manejando. 

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La Paz

Como el camping queda lejos, decidimos dejar la combi estacionada allí y movernos por buses. Para ir al centro se puede tomar el bus número 359 o el 887, teniendo en cuenta que a la vuelta la frecuencia suele ser menor pasadas las 20 horas.  

El primer día, como el bus se demoraba, tomamos un taxi compartido con otras personas que esperaban. El precio es ligeramente superior al del bus, pero, naturalmente, llega más rápido a destino. 

Este taxi compartido nos deja en la zona sur de la ciudad, frente a la parroquia San Miguel de Arcangel, en la avenida Ballivian. Desde aquí fácilmente se consiguen buses para ir hasta el centro de la ciudad, que hacen el trayecto en media hora.  

La zona cercana a la Parroquia San Miguel Arcangel me sorprende gratamente. Me da la sensación de que es un lugar donde viven personas con cierto poder adquisitivo. Al menos se ven muchos negocios, calles ordenadas a la vez que una vibrante vida social a toda hora. Aquí también conseguimos un gran Supermercado llamado Ketal, donde además de comprar víveres, aprovechamos para proveernos de cosas ricas que queríamos traer como café boliviano, te de coca, algunas cervezas, api y ají. 

En dos ocasiones, no llegamos en el bus hasta la Plaza Mayor, sino que bajamos antes en la rotonda de la plaza Isabel La Católica. Esto se debe a dos cuestiones: la primera, para poder caminar un poco más por la ciudad y la segunda, no menos importante, para escapar (o intentar hacerlo) del insoportable olor a combustible que emanan de algunos vehículos. En este caso, de algunos buses que tomamos. La hipótesis (que manejamos) se relaciona con que es una ciudad con subidas y bajadas que acaban estropeando el motor de los vehículos y que muchos no se arreglan a tiempo. Como fuere, me parece importante destacar, como dato negativo, que tanto en la Paz, como en casi todas las ciudades bolivianas donde estuvimos, nos acompañó todo el tiempo un nauseabundo olor a nafta quemada. La verdad no recordaba esto en años anteriores, pero no estoy seguro. La Paz me parece una ciudad hermosa, pero creo que lo sería aún más si mejoraran este aspecto. 

Mas adelante, cruzando la plaza Bolivia, llegamos a la Plaza del Estudiante, un espacio urbano ubicado al final del paseo del Prado que en el sentido como yo encaraba la caminata, me animo a considerarlo el comienzo del centro. Aquí, además de una escultura de Sucre, hay bancos para sentarse a descansar luego de un paseo. Igual no me motiva hacerlo mientras pasan a pocos metros miles de automóviles que utilizan la rotonda. Aquí comienza la av. 16 de julio que se extenderá por algunas cuadras hasta llegar hasta el obelisco, donde su nombre cambia a A. Mariscal Santa Cruz.  

En este momento ya estamos en pleno centro de La Paz, la zona más concurrida. A pocas cuadras nos encontraremos con la Playa Mayor de San Francisco. Aqui se emplaza la famosa Básilica de San Francisco, el centro Cultural San Francisco y el Mercado Lanza. Se cree, que antiguamente, este lugar era un espacio ritual aimara, lo cual tiene sentido ya que, en muchos lugares de Sudamérica, construyeron iglesias sobre lo que anteriormente fue un espacio religioso autóctono. En este lugar recomiendo hacer una pausa, tomar un jugo natural que ofrecen en la entrada de la Basílica y apreciar por un tiempo el ajetreo citadino de la Paz. No porque sea mejor, peor o porque contenta alguna particularidad destacada, sino por lo genuino de su unicidad. Es decir, para poder apreciar (desde mi punto de vista) lo único de cada ciudad.  

Por la cercana calle Genaro Sanjines hemos caminado luego algunas cuadras hasta llegar a la Indaburo que, a su vez, la caminamos algo menos de 200 metros (todo esto en subida) hasta toparnos con el pasaje Jaén, que es una pequeña y pintoresca arteria de la ciudad que destaca por sus balcones sobresalientes, bares y un centro cultural donde se exponen obras de arte de gran valor. Aqui se encuentra la casa de Pedro Domingo Murillo (quien fuera un político precursosr de la Revolución de La Paz de 1809). Además, esta calle es conocida por varias leyendas, destandose la de “La Viuda descalza”. 

Desde aquí, también está bastante cerca el Mercado de las Brujas que es un lugar hiper turístico, bastante bonito, por cierto. Aquí aprovechamos para almorzar. El precio es algo mayor dada la presencia de muchas personas de distintas nacionalidades, pero claramente más económicos que en otras ciudades. El lugar elegido en dos ocasiones fue el The Witches Pub.  

Cerca del mercado de brujas, hay una extensión en donde se ofrecen muchos artículos entre ellos ropa. Recomiendo, a quien esté buscando comprar ropa, darle una chance a este mercado. Se venden, por ejemplo, pantalones de montañismo (claramente imitaciones) que están a buen precio y que serán exactamente los mismo que se ofrece en las calles de Cusco a un precio superior. 

Otro lugar que me parece interesante conocer es el Estadio Hernando Siles. Si bien en esta ocasión no fui, me parece super potable por el valor paisajístico de este paseo. Está ubicado a casi dos kilómetros de la Plaza Mayor y muy cerca del Mirador Laikakotam que a su vez regala una bella vista del parque Urbano Central y un murallón de ciudad infinita de fondo.  

El último día en La Paz lo destinamos para recorrer la ciudad por los aires. Es decir, a traves del teleférico. Me parece que desde que existe este medio de transporte, el mismo se ha convertido en el emblema (al menos turístico) de la ciudad. Es un placer ver los vaivenes montañosos de esta urbe desde el aire. La imagen me parece similar a la que se aprecia brevemente cuando un avión está aterrizando, solo que en esta ocasión con mayor tiempo. Son muchas las lineas que operan este servicio y usándolas a todas, terminás por darle una vuelta completa a la ciudad. El servicio, además de que es muy bueno y los coches están nuevísimos, cuenta con personal que en todas las estaciones te van orientando y sacando todas las dudas. La tarjeta cuesta 30 bs. (el plástico) y por lo general viene con algo de crédito. Igual podés cargar en todas las estaciones. Las lineas roja y amarilla son las mas destacadas para el turista y tenés tres tipos de tickets (el sencillo, el de dos o más líneas y el recorrido circular) 

Me parece que La Paz es una ciudad que, al ser tan grande, una persona puede dedicarle tranquilamente 5 días para recorrerla, tanto para conocer su parte céntrica y costados mas llamativos de la zona urbana, como el valle de las animas, valle de la luna, canyon de Palca. Entiendo que, además, desde aquí salen tours hacia otros lugares no tan cercanos como Coroico. También se, por experiencia propia y por comentario de otros viajeros, que es un lugar muchas veces usado de paso obligado hasta Cusco, lo que provoca que algunos atractivos sean dejados de lado. Por ejemplo, cañones y “valles de la luna” se encuentran en muchos lugares de Sudamérica. Por mi parte, hay algo muy bueno que nunca podré explicar me genera estar en La Paz. Esta fue la tercera vez, ojalá haya una cuarta, quinta y sexta. 

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