
¿Cuántas cascadas habrá escondidas por los cerros tucumanos? ¿Serán tantas como, se supone, hay en Ilhabela? Por lo pronto, de la naturaleza más cercana que tenemos los que vivimos en el gran San Miguel de Tucumán, el cerro San Javier siempre aparece como la primera opción para el escaparate.
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Como seguramente le pasa a muchos, a San Javier lo veo como un lugar propio. Un lugar que, si bien es de los más reconocidos de la provincia, desde mi óptica, escapa a la explosión turística que penetran en otros cerros del país y el mundo, que trae desventajas sobre todo económicas, pero la ventaja de cierto aislamiento y por ende, menos concentración de personas, contaminación, etc. Esto, de todas maneras, no exime a este lugar de situaciones desfavorables para su preservación, con nuevas construcciones o incendios que afectan notablemente el paisaje. Justamente, este cerro esconde algunos saltos de agua conocidos, siendo seguramente varios más. Esta montaña aparece a primera mano no solo por su cercanía y las posibilidades de acceso: por la ruta 338, subiendo por Villa Nougues, por el norte desde Tapia o hasta por los senderos de Horco Molle. También es la primera opción porque arriba hay alternativas para hacer de la estadía un poco más cómoda para aquellos acostumbrados al confort citadino: cabañas para alquilar, lugares para comer y hasta casas como las de la ciudad universitaria que son un verdadero lujo a nuestro alcance.
El tema es que el cerro es bastante grande y por ende hay muchos lugares que pareciera son inaccesibles o poco transitados. Aunque pensándolo bien, que así sea está bien. Teniendo en cuenta el nivel de deforestación que está sufriendo a sus pies, sumado al sabido impacto que genera la visita en masa a estos atractivos naturales.
Cuestión que con una interesante caminata uno puede dar con una de las tantas cascadas que hay en la provincia y que vienen a cuento de este escrito. No es tan alta como la de los pizarro. Tampoco tiene un piletón como para nadar como la de aguas chiquitas, y me parece que no llega a congelarse en invierno como la de los Alisos, pero de verdad no tiene nada que envidiarle a las primeras.

La cascada del Salto de la corzuela se encuentra cerca del rio san Javier. De las lecturas que he tenido oportunidad de ver, se puede acceder por un sendero que parte desde la zona de loma bola. Sin embargo, el trayecto elegido por mi cuenta fue el que arranca en el acceso al corto sendero que va hacia la cascada del Rio Noque, mucho más conocida.
La cascada del rio noque queda a 300 metros aproximadamente de la bajada por éste sendero que está muy bien marcado y con cartelería por lo que es imposible perderse. Distinto es el caso de la Cascada del Salto de la Corzuela, aunque es bastante sencillo llegar. Por empezar, al bajar por el sendero en vez de seguir trayecto hacia la izquierda como indica el cartel para llegar a la cascada de los noques, es necesario seguir el río hacia la derecha hasta que el mismo se tope con el río San javier, más ancho y caudaloso. En una explanada bastante interesante que invita a fantasear futuras visitas en verano, es preciso seguir el curso de este río cuesta abajo por aproximadamente 6 kilómetros, lo que dependiendo el ritmo será alrededor de una hora y media de caminata. Allí uno se encuentra a la izquierda con un brazo de otro arroyo que se suma al rio san Javier. Es este brazo al que hay que seguir hacia arriba hasta toparse con la cascada. Si bien la dificultad no se equipara con el río que debemos seguir para la cascada de aguas chiquitas, porque aquí no hay piedras tan grandes ni tampoco la necesidad de nadar, sí es preciso tener cuidado al pisar las piedras porque están muy resbalosas. Así mismo, las probabilidades de mojarse los pies son prácticamente ineludibles, por lo que es recomendable llevar una muda de ropa y calzado.

La distancia a recorrer por este brazo del río es inferior a la ya recorrida desde la Cascada del rio Noque, pero precisa de un tiempo similar debido a los cuidados que hay que tener para no caer en las piedras. Una vez llegados a la cascada, la presentación de la misma muestra una similar fisonomía respecto a las nombradas anteriormente de los Pizarro y de aguas Chiquitas, es decir, rodeadas por abundante vegetación, generando un interesante semicírculo que propone una especie de anfiteatro que permite ubicarse cómodamente a cualquier persona para apreciar la caída de agua, tratándose justamente de un verdadero espectáculo como todo aquello producido por la naturaleza.

Para el retorno, los cuidados son los mismos que en el periplo de ida, teniendo en cuenta el tiempo estimado para volver a sabiendas que un imprevisto puede demorar la llegada. Cuestión importante debido a la importancia de retornar en un horario con buena luz, sobre todo en invierno.

Me alegro que te haya gustado mi entrada. Es un gran lugar para ir a conocer. Saludos!
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