Buenos Aires. 5 Días en la «ciudad de la furia»

Otra vez en CABA

Con los años me fui amigando con la idea de viajar a Bs As. La ciudad que nunca duerme y que, históricamente me resultó apabullante, empezó a llamarme la atención desde otras ópticas.

PH: Pablo Vega

En 2016 estuve unos días recorriendo Almagro, Belgrano, Barrio Chino y un poco del centro. En 2023 volví e hice en una visita fugaz, destacando un espectáculo de Fuerza Bruta, el cementerio de la recoleta y el Jardín Japonés.

Conseguí el mejor precio en alquiler de autos en DiscoverCars.com

Ahí entendí que, para quienes no vivimos en C.A.B.A, la única manera de conocer a pleno Buenos Aires es hacerlo en distintos viajes.

En esta ocasión aproveché que se me estaban venciendo unas millas del BBVA así que las usé y el pasaje en JetSmart me salió cero pesos.

La fecha coincidía con el festival BitBang de cine de animación. Mejor aún. Y de paso, si coincidía la fecha, ir a ver uno que otro partido…

DIA 1 – Llegada y pizza porteña

Como me pasa últimamente, demoré en salir de mi casa y obvio, me dejé cosas. Por suerte el Uber llegó rápido. El conductor, Fabián, me contó que solía llevar a un reconocido historiador tucumano hasta su trabajo y, que este le contó porque hay tantos eucaliptos en la zona sur del Parque 9 de julio. Resulta que el viento se lleva el olor del eucalipto hacia la zona del bajo (y centro) y que funciona como repelente de mosquitos. Al menos eso pensaron los primeros habitantes de SMT.

Otro dato de color que me contó es que, mientras la ciudad fue avanzando y corriendo al Rio Salí hasta los márgenes actuales, las lagunas que había en la zona se fueron secando menos una, que se convirtió en el lago San Miguel.

Aeropuerto Benjamín Matienzo

Llegué al aeropuerto justo con la fila a tope para hacer el check in. A mitad de camino una agente de la aerolínea me pregunto si despachaba equipaje. Ante mi respuesta negativa me mandó directamente a pasar por la puerta de control, para agilizar la cosa.

En el preembarque ahora hay un pequeño bar. Está bien. Aproveché para leer algunas páginas de La espalda de la Libertad por lo que la espera se me hizo corta.

Me tocó pasillo. Hubiera preferido, claramente, ventanilla. Pero preferí no elegir asientos y que me los dé aleatoriamente.

Del vuelo nada para decir, una hora cuarentaicinco que los aproveché viendo unos capítulos de Cowboy Bebop.

Llegué a la capital del mejor país del mundo pasadas las 18h. Para hacerla corta me tomé un taxi, que me salía más barato que el uber y me llevó por 15 mil pesos hasta el centro. Hora pico, tardé como 45 minutos en llegar.

Escuela Da Vinci

Me quedé 2 noches en el Milhouse Hostel Avenue, que funciona en un edificio histórico, inaugurado en 1910 y restaurado en 2008 para funcionar como hostel.

El lugar está bastante bien en general, y parece ser uno de los mejores hostels para quedarse en esta ciudad. Sobre todo, porque tienen actividades casi todos los días, que vienen super bien, especialmente para turistas de otros países. Las disposiciones son cómodas y completas así que vale la recomendación.

Después de hacer el check in y dejar mis cosas en la habitación me fui caminando hasta la Escuela Da Vinci, para conocer el establecimiento. Pasé también por el Obelisco, ya que hacía mucho que no lo hacía.

Pizzeria El Cuartito

Más a la noche me encontré con Pablo, más conocido como “el chino”, un amigo de toda la vida, que estaba en Baires por un curso que debía rendir. Lo bueno de este encuentro es que el chino vivió en la ciudad de la furia un par de años, por lo que se conoce recovecos a los que a mí me hubiera costado conocer. Y debo reconocer, es el mejor guía con el que me podía cruzar.

En ese sentido, nos encontramos en la plaza frente a Tribunales y fuimos a comer unas pizzas a el Cuartito. Me quedó la mejor de las sensaciones respecto a ese lugar. Si comer pizzas en Buenos Aires es el equivalente a comer un sanguche de milanesa en Tucumán, este lugar debe estar en los más destacados. Debe ser como los sanguches de Los Eléctricos para los tucumanos. Para hacer la digestión, y mientras nos ponemos al día charlando de la vida, caminamos hasta recoleta. Buenos aires es realmente una ciudad que parece interminable. La oscuridad de la noche no me permitió darme cuenta rápidamente que estaba frente al cementerio de La Recoleta. Ahí terminamos la noche viendo la eliminación de Racing de la Libertadores, mientras compartimos una cerveza en un pintoresco bar llamado La Biela.

DIA 2 – Colores, pasión, cine y música. Un día movido.

He podido descansar bastante bien. Tomé un café al paso y empecé a caminar.

Luego de 40minutos Llegue al parque Lezama. En la esquina del parque entre al bar Hipopotamo para desayunar un Cafe con leche con medialunas.

La canción de cancha dice “si querés dar la vuelta no te quedes con ganas, hay una calesita en el Parque Lezama”. No había tal calesita. Me mintieron otra vez.

Seguí camino hasta la Bombonera. Había ido en 2005 y si bien hasta la fecha solo se sumó una sola copa Libertadores (2007) y no se hicieron cambios significativos en la estructura del estadio, quería volver a hacer el tour. La entrada estaba a 27 mil para residentes y (creo) 35 mil para extranjeros. Cero descensos.

El tour es guiado, con horarios estipulados y dura aproximadamente 45 minutos. Me parece que está bien como lo llevan a cabo y la información que transmiten. La entrada incluye también el ingreso al museo. Creo que toda la guita que no puede ingresar via entradas, porque la cancha quedó chica, la ingresan a partir de la visita al museo. Había mucha gente de todas partes del mundo. Sobre todo del Flamengo, que había jugado el día anterior en Avellaneda.

Al salir de la cancha anduve dando vueltas por Caminito y las zonas más famosas y pintorescas de La Boca. Mucha referencia a Quinquela, Maradona, los trabajadores del puerto y por supuesto lleno de murales de boca.

En este lugar he visto la mayor cantidad de visitantes extranjeros juntos. Ver tanto turista no es lo que más me agrade, pero es entendible por tratarse de una zona icónica de Buenos Aires.

De allí mi estimulación visual dio giro drástico porque me dirigí a gamba hasta el estadio Tomás Adolfo Ducó, del Club Atlético Huracán. Uno de los que dice ser el sexto grande (se suman a esta discusión Estudiantes, Vélez e incluso los rosarinos).

Saliendo de La Boca el aspecto de la zona pierde la característica de casas de muchos colores y al principio se observan casas bajas sin algún elemento ornamental o arquitectónico sobresaliente para luego transformarse en una zona de muchos galpones y camiones, tornándose gris. Encima con menos árboles, por lo que el sol del mediodía se siente más.

Los alrededores del Ducó no me parecieron para nada agradables, excepto por unas torres residenciales que parecieran ser muy nuevas construidas detrás del estadio.

Bordeé el estadio completamente pero no encontré ninguna puerta abierta. Solo albañiles trabajando en una zona de la estructura. Finalmente vi un cartel que indicaba “tocar el timbre” para la tienda oficial. Allí venden la indumentaria oficial del club en esta temporada. La verdad no quería comprar nada. Ha sido el pretexto para pasar y preguntar, de paso, si podía acercarme hasta las tribunas para sacarme una foto. El empleado me acompañó y fue muy amable. Sin dudas este ha sido el estadio que más me gustó de los 4 que visité. De hecho, no llegué a conocer el interior del hall central que me dijeron que vale la pena verlo.

A la salida del Ducó emprendí una caminata eterna hasta el hostel, ubicado en avenida de mayo al 1400. Tardé un poco más de una hora en llegar. En el camino paré en una arepera: Arepa Power. Ahí piqué un par de empanadas que estaban bastante bien, teniendo en cuenta que las probé con paladar tucumano.

Ya en el Milhouse Avenue, me bañé y recosté un rato para reponer energías. Por la tarde me fui hasta el Centro Cultural Borges, porque se estaba llevando adelante el Festival BitBang que es por lo que fui, más que nada, hasta Buenos Aires.

Ahí le metí una maraton de 3 horas seguidas de puro corto animado. Para todos los gustos y de todas las técnicas. Excelente. Al termino de esto recorrí brevemente las muestras que, además, había en otras salas. Descubrí que el centro cultural esta en una esquina, formando parte de las Galerías Pacífico.

Luego camine por los alrededores del Teatro Colón, que conocí de adolescente y que, en esta ocasión, solo visite por fuera. A buenos Aires se la conoce como la pequeña París, y estoy de acuerdo.

Finalmente, a la noche volví a ver al chino. Hice un par de conexiones en el subte y llegué a la estación Palermo. Ahí nos encontramos para ir al Bebop Club. Había un espectáculo de Hernán Jacinto & Javier Malosetti. No se absolutamente nada de música, pero me animo a decir que estuvo impresionante. La pasé genial.

En total ese día, según mi reloj, caminé 20 km (un trekking en el llano). Llegué cansadísimo al hostel, pero contento por tan enérgico día.

DIA 3 – De paseo con la vieja

Levantado, y ya con las cosas acomodadas, hice el check out. Caminé una cuadra y pillé el 8, histórico bus que lo tomé en varias oportunidades en este periplo. Es conocido porque une Ezeiza y Aeroparque. Además le tengo un cariño especial porque sus unidades me hicieron acordar al que tomaba para volver a mi casa de chico. Justamente el 8, pero de Villa Muñecas.

Me bajé en la puerta de Aeroparque. Al ratito arribó el vuelo en el que venía mi vieja. Tuvo un problema en la renovación de su pasaporte por un tema de la tinta y, como tenía que viajar al exterior, aprovechamos que estaba el renaper a full para consultar sobre el estado de su pasaporte. Por suerte, todo okey.

En esa ocasión paramos en un Airbnb. Nos recibió Graciela, sin duda la mejor. Nos hizo sentir como en casa todo el tiempo. Muy cálida y el lugar muy bien ubicado y bonito. Encima es oriunda de Amaicha del Valle. Su casa queda en Belgrano, así que aprovechamos para ir a almorzar por la zona. Luego nos dirigimos al Borges y disfrutar de otro día más de proyecciones del festival.

A la noche fuimos a Puerto Madero. Mi mamá no iba a esa zona desde hace 20 años aproximadamente, cuando fue con mi papá. Recordamos viajes familiares y charlamos largo y tendido sobre varios temas. La noche estaba espectacular y coincidió con la noche de Haloween, así que vimos mucho movimiento y personas disfrazadas.

Es impresionante como caló hondo este festejo en el país. Cuando yo era chico se trataba de algo que se veía en la tv como un evento puramente yanki. Ya de veinteañero, cuando todavía vivía con mi madre, uno que otro grupito de changuitos iba a pedir “caramelos” pero era un grupo reducido. Hoy por hoy ya está totalmente institucionalizado a lo largo y ancho de la tierra de los campeones del mundo (al menos tengo esa sensación). No lo digo como una crítica, sino como algo meramente descriptivo, si se quiere, de las modificaciones culturales a través del tiempo.

 Cenamos unas pizzas en Sunny, que me parecieron ricas pero pequeñas. Por suerte mi vieja me dejó una porción. Al termino caminamos un poco más por la zona hasta que, con los 3 por ciento de batería que le quedaban al cel, pedí un uber para volver al depto. Había que arrancar temprano al otro día.

DIA 4 – Puro futbol.

PH: Pablo Vega

Nos levantamos a las 6, tomamos un té y fuimos hasta Aeroparque. Allí desayunamos y despedí a mi mamá que continúa su viaje. Después me tomé el 8 y me fui hasta el congreso, muy cerquita del hostel anterior. Pero esta vez me hospede en el Franca City Hostel. Fue en el que conseguí lugar. La habitación estaba bien pero me dieron una cama que tenía olor a que recientemente había estado durmiendo alguien allí. Si bien en general creo que la prestacion del lugar es aceptable, me pareció mal que la única posibilidad de pago sea en efectivo, siendo que hoy por hoy todo el mundo recibe transferencia o pago con tarjetas, estando en la capital de un país. Me pareció rarísimo en realidad. Ah, pero para el depósito de garantía si aceptaban tarjeta. Y como no sabía esto de antemano, tuve que salir a buscar un cajero automático.

Realizada la burocracia que incluía el check in, me quedé un rato en el hostel. La atención del personal, eso sí, siempre fue excelente.

Casi llegado el mediodía, me fui en bondi hasta la paternal. Tarde media hora en llegar a destino. Lo que me gusta de moverme en bus en estas ciudades grandes, es poder ver cómo va cambiando la “onda” del lugar con el paso de las cuadras. Aquí pasó eso. El barrio de la paternal tiene un estilo distinto. Se aprecia una tranquilidad distinta. Hay otros sonidos y otro semblante; tiene una identidad muy particular dentro de Buenos Aires: es un barrio de clase media con un fuerte espíritu de barrio, casi de pueblo, en medio de la ciudad.

Tiene una historia muy ligada al trabajo y a la inmigración —fue un área industrial y ferroviaria— y conserva galpones y fábricas reconvertidas.

Y por supuesto, es un barrio muy futbolero. Aquí lo que sobra son murales del Diego con la camiseta de Argentinos Juniors, club donde debutó.

Justamente, fui allí para conocer el estadio y visitar el museo. Me dí con que las visitar eran guiadas y en horarios estipulados. Me quedaba una visita para las 14 h. La entrada la pagué 8 mil pesos. No recuerdo si había un precio distinto para extranjeros. Si se que los socios pagaban menos, pero no recuerdo cuánto.

Sin dudas este museo, con muchísima menos envergadura que el de Boca, por ejemplo, me satisfizo mucho más. Posiblemente porque se trata de un emprendimiento realizado puramente por hinchas de toda la vida y a puro pulmón, sin ese toque comercial que suelen tener los clubes grandes. Lo sentí, además, más personalizado.

Si hay algo que se transmite en todo el paseo, es el orgullo de ser hinchas de un club de barrio. El bichito colorado, como se lo conoce a Argentinos Juniors, es un club icónico de la ciudad.

Todos los elementos que se muestra en el museo fueron donados por los hinchas por lo que cada uno, tiene una íntima historia para contar. La visita dura aproximadamente una hora, pero en esta ocasión se estiró media hora más.

Tenía pensado almorzar en algún bodegón por ahí, ya había fichado uno. Pero se extendió tanto la visita que se me hacía tarde para ir al próximo estadio.

Un par de días atrás había sacado una platea para ir a ver a Vélez contra Talleres de Córdoba.

Llegué en uber hasta las inmediaciones de la cancha. En Tucumán le decimos así. Ir a ver un partido es “ir a la cancha”. En la esquina comí una pizza individual en Nino´s Pizzas. Un almuerzo a las 16 horas. Muchísimo queso tenía esas porciones, como tiene que ser. La pizza me costó 4500 creo. La acompañé con un agua que salía 600 pesos. Digo esto porque al entrar me quitaron el agua, y adentro el precio se iba a 7 mil.

El José Amalfitani también es un estadio que estaba en mi radar para conocer. Así que estuve más que contento con la posibilidad de ver un partido allí. Lamentablemente la cancha no estaba a tope de gente, que le da al espectáculo un ambiente pintoresco. De todas maneras, disfruté el juego. Ganó el equipo visitante, que acrecienta una tendencia negativa en mi contra: siempre que asisto a un partido, como hincha neutro, el equipo al que voy a ver pierde.

Terminado el encuentro camine junto a los hinchas por la avenida hasta que se fueron dispersando. Recién allí tome el bondi hasta el centro. Le dije al chofer que iba hasta el obelisco, pero me dijo que no llegaba hasta ahí porque se desviaba unas cuadras antes. Era porque se estaba desarrollando la marcha del Orgullo.

Cuando llegué al hostel, la caravana pasaba justo por el frente de este, así que me quedé en la calle viendo el desfile y la fiesta que le pusieron los asistentes. Mucha producción. Siempre vi por tv este tipo de eventos y me llamó la atención la masividad de la convocatoria.

Despues de bañarme y descansar un poco en la sala comun del hostel me fui al bar La Paz arriba, que iban a estar el chino y Gastón, otro amigo que hace mucho no veía.

la peor foto de la marcha del orgullo

Para esa hora la caravana ya había llegado a su fin. También los espectáculos. La gente se empezó a ir a los alrededores, y el ambiente que había para esa hora en la zona del congreso era un poco astilla, o turbina. Me compre una latita y cada dos metros algún transeúnte me pedía un trago. A los dos primeros les convidé… pero después empecé a no responder porque se hizo costumbre y se trataba de personas que estaban, como se dice, muy en una.

DIA 5 – La vuelta

Así es con Buenos Aires. Nunca se la termina de conocer a fondo. En todo caso, siempre se la está conociendo y redescubriendo. Me gustó comer mucha pizza, compartir un día en C.A.B.A. con mi vieja, asistir a un festival de cine específico de animación y sacarme las ganas, que tenía de hace muchos años, de venir a ver fútbol y recorrer estadios.

Obvio me compré una camiseta de Boca. De esas de estilo retro que me gustan.

Pretendo volver más pronto que tarde. Ojalá pueda hacerlo, claro está.

El último día no hice mucho. Volví para la zona de la Recoleta, pasé por el cementerio. Había mucho turista. Había pensado ir a la feria de San Telmo pero en un momento de la mañana llovió, entonces temí que el clima siga inestable. Al final salió el sol y se puso pesado.

PH: Pablo Vega

Como fui caminando hasta el Museo de Bellas Artes, aproveché para almorzar a mitad de camino en el Pepito Bodegón. Impecable atención, precio y calidad. Una mila napolitana con fritas fue la elección. La porción abundante, no pude terminarla.

Luego seguí caminando, pero al museo no pude entrar. Iba ya con el carry on y me dijeron que en el locker del museo no entraba y que ellos no lo podían cuidar. Me pareció una respuesta muy floja, siendo un carry on pequeño, pero entendible.

Decidí dar unas vueltas por la plaza Francia que había una feria de artesanos.

Continué con la lectura del libro que llevé. Tipo 17 h pedí un uber para ir a Aeroparque. Me llevó un chofer que se llamaba Andriy que tenía su mapa de navegación en cirílico. Me pregunté si será ruso y si es así ¿cuántos rusos habrá viviendo actualmente en Argentina?

La página de Jetsmart estaba saturada así que nunca pude hacer el check in para el vuelo. Las chicas del mostrador la hicieron rápida y amablemente.

El aeropuerto explotaba de gente, entre los que partían, llegaban, los que iban a despedirse o esperar a personas. El calor no llegaba a ser insoportable, pero se sentía. Entonces decidí ir a la zona de preembarque porque supuse que al haber menos gente, el aire daría más frescura. De paso veía algunas cosas en el free shop.

Error. El aire acondicionado tampoco daba a vasto y estaba lleno de gente.

PH: Pablo Vega

Compré unos toblerone que estaban con descuento. Intente entrar al lounge de Visa, pero estaba lleno. Hice fila espera virtual. A los 40 min aproximadamente pude entrar. Primera vez que puedo entrar a una de estas salas que siempre las conocí como “vip” aunque hace poco vi un video de Sir Chandler donde las criticaba. Admito que no recuerdo sobre qué iba la crítica.

Cuestión que aproveche para darme un buen banquete de ensaladas, sanguchitos y otros bocadillos. Ahí si había un ambiente más fresco.

PH: Pablo Vega

Llegué a la zona de embarque varios minutos después del comienzo del arribo, cuando ya había pasado mi zona. Al final me sirvió porque me hicieron pasar al toque para alcanzar a los de mi zona por lo que no tuve que hacer la peor de las filas, la que se arma ansiosamente antes de subir al avión, donde nadie sabe si está en la fila de la zona correcta. El vuelo se me pasó rápido, más que nada porque me dormí gran parte de este. 

PH: Pablo Vega

Como no había despachado nada sali rapidamente y ya estaba Flor en la puerta esperando para volver a casa.

La próxima vez que vaya a capital veré si puedo recorrer la zona del Tigre o cruzar a Colonia del Sacramento. Veremos.

2 comentarios en “Buenos Aires. 5 Días en la «ciudad de la furia»

  1. Avatar de Roger YT

    Ya se termina la mentira de que son los mejores del mundo.

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