Al fin, Cochuna.

Surge una necesidad

Abriéndose las puertas luego del primer gran confinamiento del 2020 la ansiedad y la necesidad de salir de casa, pero sobre todo, de ver algo más que concreto y ciudad, me expulsan a actividades con anterioridad postergadas donde la naturaleza toma el protagonismo y solo me sumo a disfrutar de su espectáculo. Pedaleadas por distintos senderos, caminatas por los valles, subidas a cerros y salidas a navegar al dique se disfrutan como el postre tan anhelado.  

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Pero como una de las características más comunes de los sujetos es la insatisfacción, empiezo a buscar otros lugares para conocer y, aprovechando las dificultades de realizar movimientos geográficos importantes, descubrir más rincones de la provincia es una opción única pero bienvenida. El turismo interno empieza a calentar que sale a la cancha. 

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Hablando con Jorge, colega y amigo, me habla maravillas de un sitio que queda cerca de Concepción y que se llama Cochuna. Me dice que es un lugar espectacular para acampar y me recomienda ir hasta allí. Me asegura que disfrutaré y también me aconseja que comience el periplo temprano, porque estando en San Miguel de Tucumán, tengo que tomar un colectivo hasta Concepción y desde allí dirigirme hacia el oeste a Alpachiri ya sea en algún colectivo o en taxi. La dificultad comienza en este pueblo porque desde allí ningún medio NO particular continua su ruta hasta Cochuna (aunque después me hablaron de un bus de apellido Gutierrez que hace un recorrido hasta Alpachiri, aunque no lo pude corroborar). Me tranquiliza diciéndome que, como se trata de la misma ruta que va hacia Las Estancias, y que como mucha gente de Concepción suele ir para allí, seguro consigo haciendo dedo quien me acerque.   

Al fin, consigo dos amigos para ir a Cochuna (uno de ellos el mismo Jorge) pero nos topamos con que aún están cerradas las rutas tanto para llegar a Cochuna como para ir al Parque Nacional Los Alisos. Para colmo al regresar del frustrado periplo, hablo con más personas que han tenido oportunidad de ir y solo hablan maravillas de aquel lugar. La espera se extiende y por eso mismo el anhelo se incrementa. 

El trayecto

Pasan los meses, cambia el año y continúan las actividades de recorridos, más que nada por los valles ,algunas cascadasÑuñorco. Pero los sitios del sur y las actividades de camping se postergan. 

Logro coincidir con otros grandes amigos, Exequiel y Mariano en el anhelo por pasar un fin de semana acampando y muy lejos de la ciudad.  

Concordamos en la posibilidad, dada las actividades personales de cada uno, de realizar una “escapada” el primer fin de semana de octubre, atentos a que posteriormente estamos más expuestos a las épocas de lluvia. 

Siendo así que para la fecha pactada, tomamos a tempranas horas del sábado la autopista con dirección a Concepción donde hacemos una pausa para comprar lo necesario para pasar dos días en plenitud.  

La ruta que une a la “Perla de sur” con Alpachiri es la RN 65 que en ese tramo esta asfaltada, siendo un trayecto de no más de 20 minutos en auto. Desde allí y siguiendo la misma ruta, la velocidad disminuye por el hecho de tratarse de una pista no asfaltada que, si bien está en buen estado, la presencia de piedras sueltas obliga a bajar cambios para no comprometer el rodado. Por lo anterior, los casi 20km que separan a Alpachiri de Cochuna se hacen en casi 40 minutos. 

Pasando las plantaciones de limón, la ruta comienza a desenvolverse en paralelo con el río Cochuna que acompañará todo el trayecto hasta llegar al camping. Sucede que Cochuna (que en quechua significa “quebrada por donde se pasa”), o mejor dicho el Samay Cochuna, es un camping municipal y se encuentra a pocos kilómetros del límite imaginario con la provincia de Catamarca, en el departamento tucumano de Chicligasta. 

Samay Cochuna. Crónica de un fin de semana.

Desde el camping, se suele hacer base para desde allí realizar el trekking hacia la laguna del Tesoro. El lugar es bastante amplio y tiene una extensión que permite a muchas personas contar con un espacio que se sienta personal para tener un momento propio con la inmensidad del “verde”. Si bien se puede elegir alguna de las habitaciones con las que cuenta, nuestra idea se fija en la posibilidad de acampar. Es así que buscamos el sitio más alejado de las pocas construcciones del lugar para estacionar el auto y armar la carpa. Parrillas de sobra están a nuestro alrededor para elegir en donde tirar la carne. Si bien llevamos carbón, la zona regala buenas ramas de distintas especies que sirven para ayudar con el fuego, aunque son de combustión lenta y no son los mejores para los fogones. También es importante que dada la época muchas ramas, por más que están cortadas guardan aún buena cuota de humedad.  

La cantidad de personas es ínfima, y solo van a pasar el día, por lo que sospechamos, nos espera una noche en casi completa soledad. El río se escucha casi al mismo volumen que las hojas de los grandes árboles que  chocan entre ellas por el viento. Finalmente estamos frente al espectáculo de la naturaleza por el que fuimos.  

Luego de almorzar, aguardando el efecto troquel, un ligero amargor a pila nos lleva a hacer la sobremesa y disfrutar del destello de destrezas físicas en la corriente de agua más cercana porque como dice la canción “en el río, en el río, es mejor…”. Allí, en un principio me amigo con la temperatura del agua para luego buscar objetivos a los que llegar con piedras, siendo estos una pequeña pila de rocas que intentamos sin éxito derribar o intentar atinarle a un gran hueco natural aparecido entre pajonales en las paredes naturales ubicadas frente al río y que son pequeños acantilados que tapan la visión de los nevados del Aconquija que, a lo lejos, se podrían visualizar detrás. 

Aguantamos en el río hasta las últimas gotas de luz natural, porque sabemos que es el momento donde comienzan a salir los animales y es allí donde descubrimos a una pareja de patos que nos sorprenden con su destreza no solo dentro del agua sino en contra del río mientras intentan pescar, para finalmente posar frente a nosotros con postura de patrón, recordándonos que solo estamos allí de visitantes y que los dueños del lugar son ellos. 

Retomamos el corto camino hacia el camping solo para notar que los perros del lugar se hicieron con una “tapita” de asado que habíamos dejado en la parrilla para degustarla por la noche. Pagamos el derecho de piso talvez, y no sé si los canes lo merecían, pero esperamos que la hayan disfrutado. De todas maneras, coincidimos, no teníamos hambre. 

El viento y la oscuridad dominan la escena y aprovechamos para relajarnos volviendo a los principios existenciales más concretos de nuestra presencia física que se reduce a hacer fuego, buscar sistemáticamente leña para sostenerlo y por sobre todas las cosas, disfrutarlo. Las asociaciones, pensamientos y conversaciones rondan siempre relativo a toda sensación que produce la combustión y el espectáculo lumínico que encandila. Así pasan las horas, los vientos y las copas de los árboles que nos enmarcan un cielo estrellado e infinito. Si lo malo del camping es que no hay conexión eléctrica alguna y mucho menos de señal en el celular, lo bueno es justamente eso, que obliga a bichos de ciudad como nosotros a desenchufarnos al menos un rato de la incesante conexión virtual y de la necesidad de subsistir, si se permite la expresión, sin las comodidades de un hogar. 

Estoy absolutamente seguro de que, a esa altura, con tan poca luz y con un poco de concentración podemos apreciar muchísimas más estrellas de las que aparecen a simple vista. Podemos también sospechar sobre los movimientos de las mismas. Pasado el tiempo una leve mancha negra va barriendo rápidamente las estrellas. Entendemos que es una nube, y así la penumbra es total. Por momentos sentimos un ruido y agregamos leña para darle al fuego más fuerza para vislumbrarnos qué es lo que nos rodea más allá de la oscuridad. A lo lejos vemos algunas formas que parecen estar moviéndose. Estamos aboslutamente expuestos y entregados. Parecieran acercarse y frenarse dependiendo nuestra acción. Nuestras sospechas se confirman y se trata de hermosos caballos que se acercan hasta no más de 5 metros de nosotros a pastar y recostarse, realizándonos una buena compañía. 

El bidón de agua potable es de 5 litros y son todos utilizados para cebarnos mates tras otros. 

Se hacen las 3 de la mañana. Nos resignamos a la posibilidad de volver a ver el cielo estrellado con la caída de las primeras gotas de lo que será no más que una llovizna, pero que nos da el pie para ir a descansar.  La temperatura baja.

Ya dentro de la carpa, la dificultad de conciliar el sueño se apacigua con el ritmo de las gotas que caen directamente desde las nubes a la carpa en una suerte de orquesta con aquellas que pagan peaje en las hojas de los árboles, cambiando no solo su tiempo de caída, sino su peso y, por ende, su sonido. Se trata, ni más ni menos, que un show acústico digno de aquellos videos de YouTube que prometen “música” ambiental para relajarse

Consideramos las 8.30 de la mañana un buen momento para empezar el nuevo día. La visión afuera es más que corta debido al inmenso manto grisáceo casi impenetrable de neblina. A lo lejos, siguen los caballos de la noche, pero esta vez más activos. Hasta se dan la chance de discutir con un burro que les devuelve la bronca con el estridente rebuzno propio de ellos. La humedad total del lugar dificulta la búsqueda de leña para armar un fuego que nos brinde un poco de calor y nos sirva también para calentar el agua para mates y posteriormente  para las pastas. Sin embargo nos damos «maña» para dar en la tecla.

El contraste de días y temperaturas es interesante. El sol y calor del sábado dio lugar a un mojado, fresco y cerrado domingo de neblina que se irá apaciguando con el correr de la mañana, dejando claros recién pasado el mediodía. De igual manera, cada día tiene lo suyo y la conversación previa a la vuelta consiste en la atinada decisión de realizar esta escapada, de que “al fin” tuvimos oportunidad de conocer este lugar y sobre la posibilidad, porque no necesidad, de repetir la historia, seguramente con más actividades de trekking, con caminata hasta la laguna y más días de acampe. Ya “vamo´ a ve´” que sale 

Con el apoyo de @pacha.carpinteria

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