Diario de Viaje. Sobreviviendo al invierno en Bulgaria.

Lo único que sabía de Bulgaria era que había hecho un gran mundial en 1994 con Stoichkov como estandarte y que, en tiempos del muro de hierro, había formado parte de la URSS. Por lo demás, he de admitir que asomaba dentro de un trayecto realizado por estar geográficamente cerca de Estambul (de donde venía) y de camino hacia Bucarest (hacia donde iba). La información vertida por internet además prometía estadías a un presupuesto acorde al que contaba. La búsqueda constante, el disfrute de ciudades y cierta flexibilidad para apreciar un lugar nuevo ayudaban de buena manera a decidirnos a dedicar aproximadamente 10 días a este país. 

PLOVDIV

Llegamos a Plovdiv en bus a las 5:40 am, aún de noche y con el invierno incisivo e inevitable. Bajamos en la puerta de la estación, y no adentro pues estaba todo cerrado. No había ningún bar o sala de espera que nos sirva de resguardo del frío y la noche.  

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Vista de la ciudad

Pregunto a un hombre, que también viajaba en el mismo colectivo, si había algún lugar abierto para esperar a que amanezca y no quedarnos en la calle a esas horas de la noche, sin saber nada del idioma y con todas nuestras pertenencias encima. Nos comenta que dentro de la estación, en la zona donde estacionan los buses, suele haber gente también esperando.  

Ruinas romanas conviven actualmente con la vida diaria bulgara.

Un pequeño reloj digital de pared nos informa la temperatura (-3 grados) y para nuestra suerte, a los 15 minutos de «aguantar” en el frio, abren las puertas de la sala de espera de una empresa que empezaba a operar a las 6 de la mañana. Entramos para tomar un poco de calor y esperar a que amaneciera para ir en busca de Ignasia, quien nos hospedaría en su casa. Allí conozco a un señor de nacionalidad irakí, que me cuenta su historia de vida; que había escapado de la guerra y que estaba trabajando en Estambul, pero que cada 6 meses debía ir a Bulgaria para poder renovar su Visa. Amablemente me indica y acompaña a una casa donde puedo cambiar dinero ya que había olvidado comprar moneda búlgara en Turquía.  

Anfiteatro romano

Un rato más tarde, ya amanecido y luego de cambiar efectivo seguimos las instrucciones de Ignasia para llegar a su casa. Tomamos el colectivo y en el traductor del celular escribo el mensaje “Vamos a la siguiente dirección * * * * * * * * * * * * * Podria indicarnos donde tenemos que bajarnos?” mostrándole el mismo a la chica que se encargaba de marcar el boleto al subir al bus. La joven en cuestión nos responde haciendo un movimiento horizontal con la cabeza (similar al que hacemos en occidente para decir que No con la cabeza). Recuerdo entonces, haber leído anteriormente en un post de curiosidades que en algunos países los gestos para decir que si y que no con la cabeza están invertidos.  Me pregunto si este era el caso, y efectivamente de ello se trataba (comprobado más adelante cuando ante una pregunta una persona me responde que “no” pero haciendo un movimiento vertical con la cabeza). Allí se da nuestro primer acercamiento con la cultura búlgara. 

Nos bajamos en la parada indicada y caminamos hasta encontrar la casa de nuestra huesped. Nos presentamos y conversamos un rato, sobre todo de nuestro viaje que recién comenzaba.  

Tomamos café y descansamos un poco luego de viajar durante día y medio con puestos migratorios y cambios de horario e idioma incluidos.  

Llega el momento de caminar por la ciudad. Plovdiv es la segunda ciudad más grande después de Sofia y si mal no recuerdo cuenta con 333.000 habitantes, un poco más un poco menos. La primera impresión y sobretodo en las afueras del centro es similar  a la típica imagen de película estilo “hostel”, ese tipo de películas que presentan un estereotipo sobre estos países “ex URSS” con personas frías, poco comunicativas y edificios grandes con aspecto de abandonados. Al tratarse de un ex país soviético, las personas mayores además de búlgaro saben hablar algo de ruso. Por lo que me habían recomendado hablar con jóvenes, que manejan en su mayoría al menos un poco de inglés. 

 Caminamos por el centro histórico, bastante tranquilo por el hecho de estar en invierno. Nos dirigimos hacia el anfiteatro romano, que estaba cerrado (constante en nuestro viaje) pero igual podía apreciarse por detrás de las rejas.  

Paseamos además por  la plaza Stambolov donde se encuentra la mezquita Dzhumaya. Finalmente ese día nos dirigimos a las ruinas Eumolpias, lo que fue un asentamiento Tracio que data de unos 7000 años, desde donde se puede apreciar casi toda la ciudad.  

Ruinas Eumolpias

Al día siguiente volvemos a la zona histórica de Plovdiv para recorrerla en el esplendor de sus calles medievales y posteriormente almorzar en un bar típico, con comida cocinada a las brasas y mozos con vestidos de épocas ancestrales. Pasada la sobremesa llegamos a pie hasta una de las colinas que rodean a la ciudad en donde se alza la estatua de “Alesha”; de los pocos monumentos comunistas que todavía siguen en pie en su lugar de origen en Bulgaria, teniendo en cuenta que muchos otros fueron trasladados o puestos en museos.

El monumento en cuestion consiste en en la figura de un soldado soviético mirando hacia el Este y con una pistola en la mano. Su pedestal está decorado con una estrella de cinco puntas y una inscripción en búlgaro que reza: “Gloria al invencible ejército liberador soviético”.  Representa al soldado desconocido que luchó contra los nazis en la Gran Guerra Patriótica. (Esta ultima información fue sacada de la siguiente pagina: http://xixerone.com/2010/09/el-soldado-que-estuvo-a-punto-de-ser-coca-cola.html).  

SOFIA

Partimos hacia la capital desde la estacion de tren. Un dia antes habiamos comprado los pasajes a Sofia a 10 Lev aprox. Un tramo de la ruta estaba en reparación por lo que un bus nos acercaba hasta un pueblo cercano desde donde salía finalmente el tren hacia Sofía. En el trayecto se aprecian casas rurales típicas bañadas en nieve que regalan un paseo muy pintoresco por poblados donde pareciera que el tiempo no pasa. No recuerdo el nombre del pueblo donde finalmente tomamos el tren, pero sí que la estación  era bastante precaria. Si bien estaba en pleno funcionamiento, tenía la apariencia de estar abandonada.  

Ya a bordo, en segunda clase; percibimos  los vagones viejos pero el servicio bastante aceptable. Llegamos a Sofia pasadas las 5. Seguimos las instrucciones para llegar a la casa de Slavi que vive a 20 minutos del centro en el distrito de Krasno Seno y nos va a prestar un lugar en su casa para acomodarnos por unos días. 

Sofia se muestra literalmente bañada en nieve, y si bien ronda los 7 grados bajo cero, en ese momento no corre viento, por lo que caminando uno entra en calor y el clima se torna aceptable. Llegamos a casa de Slavi, y luego de presentarnos y conversar cocinamos y compartimos la cena.   

Al día siguiente, por la mañana después de desayunar, nos alistamos para ir a conocer el centro. Tomamos el metro numero 4 y bajamos frente al palacio de justicia.

Catedral  Alexander Nevski

Caminamos por el boulevard Vitosha que es la calle comercial de Sofía, donde se encuentran muchos cafes, comercios y restaurantes. Conseguimos porciones de pizza de tamaño considerable a solo $1.30 (dólares) por lo que decidimos (luego de venir almorzando pastas y frutas de postre o kebab cuando no es posible cocinar) que esa comida ha de ser nuestro almuerzo (acompañado de fruta y mucha agua).  

Perspectiva desde el Palacio de Justicia

Paseamos por la iglesia rusa de San Nicolas y luego conocemos la catedral Alexander Nevski, uno de los edificios más emblemáticos e identificativos de Sofía y también el principal centro religioso de la capital. 

Antes de volver a casa de Slavi damos una vuelta por el centro hasta encontrar la pintoresca iglesia de San Jorge que se encuentra en el patio de un edificio administrativo del Gobierno, en el centro de la ciudad, muy cerca de los restos del antiguo asentamiento de Serdica. 

Iglesia San Jorge

Al otro día  caminamos por el boulevard Vasil Levsky, que bordea un bonito parque, que obviamente en esta fecha está completamente cubierto de nieve, y que contiene en su centro un gran monumento soviético.

Detrás de este parque se encuentra el estadio nacional, donde la selección búlgara de futbol hace las veces de local. Averiguo si en esas fechas hay algún partido de la liga, lo cual me llama mucho la atención poder asistir a alguno, pero me comentan que por el clima la liga estaba en suspenso (similar respuesta  había recibido en Grecia y Turquía; y la racha seguirá en Rumania, Eslovaquia, Austria y R. Checa).

Luego de almorzar en el centro y tomar un café en un bar para juntar calor y enviar algunos mensajes vía Internet, tomamos el metro con dirección al museo del arte soviético; que ha decir verdad no es un museo destacado, sin embargo presenta muchas estatuas que en épocas socialistas se encontraban esparcidas por toda la ciudad, y ante la caída de la Unión Soviética fueron sacadas de su lugar de origen.

Museo de arte Sovietico

El museo no es la gran cosa, pero siendo el primer país ex soviético que tengo la oportunidad de conocer, me parece interesante poder acercarme al mismo. También cabe destacar que queda bastante alejado del centro de la ciudad por lo que además permite apreciar otro ángulo y otra vista de ésta capital, diferente a la céntrica, que suele ser mas turística.

VELIKO TARNOVO

Culminada nuestra estadía en Sófia, partimos en tren a Veliko Tarnovo. El problema que surge es que no se encuentra tren directo sino que debemos hacer conexión, y el alfabeto cirílico es imposible de entender para nosotros por lo cual nos acompaña el constante miedo de perder dicho empalme, no sabiendo bien donde bajarnos. La estación donde tenemos que cambiar de tren es difícil de pronunciar y no recuerdo el nombre. Se suma a esto que en la estación anterior se encuentran sujetos que a toda costa quieren »ayudarte» a encontrar tu tren y luego te piden de mala manera “colaboración por su ayuda”,  siendo ésta muy alta (casi el precio del pasaje completo de tren), por lo que no aceptamos su “ayuda” por mas que la necesitamos. La suerte se hace presente en aquel momento y en el tren se sienta al lado nuestro un señor, también búlgaro, que  por cuestiones laborales vive hace 12 años en Portugal, y sabiendo por mi parte hablar un poco de portugués, aprovecho para preguntarle donde bajarme y en que andén tomar el otro tren. Agradable sujeto, terminamos conversando largo rato. 

Monumento Asen`s con parte de la ciudad al fondo.

Hacemos la conexión, y tratándose de un tren regional, el servicio y el vagón mismo es bastante más precario. Afortunadamente allí se encuentran muchos jóvenes que comprenden ingles y que nos indicaban cuantas paradas faltaban para llegar a Veliko Tarnovo. El viaje es agradable pero nuestra ventana esta pintada con aerosol, por lo que no podemos apreciar el paisaje. Intentar usar el baño es una osadía, por el movimiento del tren y por las condiciones del mismo.  

Fortaleza de Tsarevets

Llegamos finalmente a destino. La estación se encuentra en las afueras de la ciudad, en la parte baja de la misma. Podría decir que es la estación de tren más pequeña que vi en mi vida, solo con un bar cercano y una parada de bus a 15 metros.   

Degustamos un café (capuccino mas precisamente) de maquina (que en Bulgaria y Rumania aprovechamos sus económicos precios: entre 35 y 50 centavos de euro dependiendo la ciudad, a diferencia de 1 a 2 euros de otros países mas caros) mientras esperamos a Marin, un joven de 32 años quien nos hospedaría algunas noches en su departamento.   

Al llegar nuestro nuevo amigo, presentación mediante y llegada a su depto, comienzo a ver en algunas puertas de casas, fotografías de personas, a lo que me comentan que se trata de personas fallecidas, diciéndonos que es común en algunas ciudades de allí que al cumplirse aniversario, la familia ponga una imagen de la persona fallecida en recuerdo y homenaje, de aquella que ya no está pero que vivió allí.  

Vista panorámica desde la fortaleza

Damos una primera vuelta por Veliko y si bien es pequeña, resulta ser una de las ciudades más bonitas de las que tengo recuerdo. Calles angostas, desniveles, un castillo. Un ambiente bastante medieval, y vistas panorámicas de ensueño (¿Qué mas pedir?). La nieve sigue presente y comienza a nevar por la noche.  

Proyección de como pudo haber sido Tsarevets en su esplendor.

Descansados, al comenzar un nuevo día, recorremos la ciudad, dividida entre el centro nuevo y la ciudad vieja. El primero tiene más locales comerciales, sin embargo no tiene el encanto de la zona histórica. Recorremos el monumento Asen`s, que no tiene nada de especial, y su mejor vista es desde la lejanía y desde arriba (ya que se encuentra más abajo cerca del rio), pero gustosos de recorrer y caminar lo mas que se pueda la ciudad, decidimos acercarnos al mismo. Luego de almorzar una rica pizza y de gran tamaño a solo 6 euros con 50 (para dos) caminamos hasta llegar hasta la atracción principal de esta ciudad, que es la fortaleza de Tsarevets. Ruinas de una fortaleza que supo defender al imperio en la época más esplendorosa de Bulgaria, cuando Veliko fue en aquel entonces la capital. En ese momento empieza a tomar valor aquellas ciudades ya visitadas, luego de estar en Roma, cuna del imperio romano, y habiendo caminado por la capital Otomana (Estambul), ahora llega la fortaleza de lo que, según he leído en artículos en Internet, se trataba en algún momento del 3º imperio en importancia luego de los otros recién nombrados. La entrada es bastante económica y  se puede acceder hasta una iglesia que se encuentra en la cima. La nieve hace difícil el recorrido en ciertas partes del complejo turístico, pero la esencia está, y la vista de la ciudad al fondo es fantástica.  

Salido de la fortaleza caminamos por la zona que bordea a la misma, que se trata de barrios con siglos de existencia, que supieron ser de artesanos que armaban sus casas debajo de las fortalezas mismas. Damos una vuelta final por las callejuelas angostas y desniveladas de la ciudad vieja, disfrutamos el viento (mientras lo permita el sol) y degustamos una cerveza búlgara para no perder la costumbre.   

Debajo de los muros de la fortaleza, al otro lado del río. Barrio de artesanos.

Habiendo observado, incluso con el obstáculo del idioma y alfabeto, que recorrer este país es relativamente sencillo con una organización previa, además de que cuenta con rutas en buen estado, la estadía termina con la gratificación de descubrir un nuevo lugar que tiene mucho para ofrecer más allá del clima invernal que suele condicionar. Queda la promesa de que los buenos tiempos primaverales pueden dar aún más oportunidades de esparcimiento y disfrute que le dan a Bulgaria, su naturaleza, historia y gastronomía un lugar interesante tanto en el recuerdo y la expectativa de, en algún momento futuro, volver. 

2 comentarios en “Diario de Viaje. Sobreviviendo al invierno en Bulgaria.

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