Después de siete meses de casi nula actividad trekkinera se me presenta la posibilidad de realizar una salida de este estilo. Otra vez como en ocasiones anteriores, guiado por Pirkas grupo de Montaña que además de ser profesionales en el asunto, realizan salidas con una interesante impronta de buena onda durante toda la jornada, lo que hace mucho mas ameno el desgaste físico.

El encuentro es a las 8 en Tafí del Valle y comenzamos la caminata alrededor de las 9. El tiempo estimado para llegar a la cumbre es a las 14 horas.
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Con respecto al concepto de cumbre, en un posteo que vi hace poco, se plantea el debate sobre cuales reúnen las características para ello, no entrando el cerro Pabellón en esa lista. Según lo que plantea aquel post, el cerro en cuestión forma parte de un filo que nace en el cristo de Tafí y se extiende hacia el noroeste de Cumbres Calchaquíes desembocando en la cumbre del Cerro El Negrito a 4.660 msnm. Plantea además que, si bien la cima logra una prominencia que se destaca con el resto del paisaje, no cumple según normas internacionales de la UIAA las características para ser tomadas como cumbre. Finalmente destaca que en Tafí del Valle hay solo cinco que cumplen esas características. A saber: Mala Mala, Muñoz, Ñuñorco Grande, Alto de la Mina, Cerro Pelao y Negrito.

Debate aparte, el ascenso parte desde el cristo ubicado justo al lado de un puesto de la SAT. Desde el comienzo sabemos que se trata de una caminata en constante subida por lo que nos aconsejan hacerlo tomando todos los recaudos correspondientes, comenzando por la importancia de dar pasos cortos para evitar el cansancio.
Mas allá de la extenuación de caminar en subida durante mas de cuatro horas, la experiencia resulta altamente gratificante. Siempre es necesario destacar las vistas totalmente espectaculares de todo el valle que suele aparecer en cualquier sendero realizado por aquí.
Sin dudas se trata de una caminata tan exigente como apasionante y en mas de una ocasión escucho decir a los conocedores que para culminarlo es “más que físico, mental”. Además, en otras conversaciones destacan el nivel “técnico” del ascenso a esta montaña. Pero para ser sincero, no ahondo en preguntas sobre este aspecto.

Si bien el camino no está marcado, hay lugares donde hay huellas, pero como en toda actividad de este estilo, no hay que confiarse. Y por ello, es preferible ir en grupo y acompañado por guías experimentados.
Desde mi óptica, encuentro que si bien (como en la mayoría de los ascensos) se hace una caminata zigzagueante, en prácticamente ningún momento abandonamos la misma vista. A diferencia del Ñuñorco donde va cambiando el paisaje en la medida que uno va bordeando la montaña.

Cada tanto hacemos una pausa para hidratarnos y podemos observar no solo el dique La Angostura, el Mollar y Tafi del Valle sino que además se ve perfectamente la silueta característica del Ñuñorco, el cerro Altos del Matadero, el Pelao, Las Carreras y el cerro Muñoz. En ocasiones puede observase hacia el norte el Infiernillo y hasta nevados que, creemos, podrían tratarse de los nevados de Cachi.

A mitad de camino se puede empezar a ver la Yareta, que es una planta que crece a más de 3000 metros de altura y de lento desarrollo, por lo que hay que ser muy cuidadosos a la hora de realizar este tipo de actividades a fin de no alterar aún más este tipo de ecosistemas. Además, se trata de un ejemplar que sobresale en el paisaje, dominado por pajonales, pastizales de altura y piedas de diversos tamaños.
Cada tanto, además, se aprecian distintos animales que pastan a sus anchas. En esta ocasión vemos vacas, ovejas y caballos. Por momentos podemos apreciar cóndores en el cielo y rogamos que aparezca, al menos a lo lejos, un puma. Pero eso no sucede.
Con respecto al suelo, se puede decir que el mismo es pedregoso, resbaladizo y con posibilidad de caída de piedras.

En el tramo final del ascenso se puede apreciar pesadez en la última trepada. El anhelo es visualizar la cruz, que da cuenta de la llegada al pico de esta montaña y que invita a otro momento sumamente importante de la salida: el almuerzo.

Llegados a destino, una impecable vista 360° deja a todos atónitos, a la vez que fracasamos en el intento de que tan exuberantes paisajes entren por el lente de una cámara. Pasaron más de las dos de la tarde y las nubes poco a poco se empiezan a apoderar del escenario y eso es un espectáculo aparte. El viento obliga a abrigarnos, aunque será por poco tiempo ya que falta aún la mitad de la travesía que consiste en el descenso, donde nuevamente el calor corporal necesitará de mayor liviandad, sumada la activación de un estado de alerta debido a que al haber realizado un gran esfuerzo en el ascenso, el cuerpo suele estar cansado al bajar y también relajado, por lo cual es muy común que acontezcan accidentes.
Un aditivo importante para mi experiencia particular es que en esta ocasión participa Gonzalo, un gran amigo, con el que cada tanto salimos a caminar por distintos senderos que ofrece la provincia. Y por supuesto que esto último le agrega un plus al jornal.

Es interesante destacar como al deshacer el camino realizado al subir, aparece la idea de estar haciendo otro nuevo, casi olvidando haber cruzado ciertas rocas, algunos árboles o marcada vegetación que vimos al comienzo. Cosas de la perspectiva.

Finalmente, serán las seis de la tarde cuando llegamos nuevamente al cristo, de donde partimos. Los pies piden descanso y las rodillas también, pero calavera no chilla como quien dice y nadie nos quita lo bailado. Otro cerro tucumano caminado y se festeja brindando en Wasi Kusi.



1 comentario en “Ascenso al cerro Pabellón”