Pisamos suelo garifuna pasadas las 4 de la tarde. Esta joya caribeña se encuentra al norte de Guatemala, en el departamento de Izabal.
Llegar ya es todo un asunto ya que se puede solo por ferry desde Rio Dulce o desde Punta Gorda (Belize). Saliendo de Belize hay un bote diario que unos días sale a las 9 am y otros a las 13.30. Pero primero hay que llegar hasta Punta Gorda y ahí el tema es que los buses que arriban a esta ciudad desde Belice City lo hacen a las 11 o pasadas las 14. Esto quiere decir que solo es posible llegar en el día a Livingston si primero llegamos a Punta Gorda antes de las 13.30, y para ello, hay que tomar un bus a las 6am en Belice City. Caso contrario, noche en el sur del país.
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Ésta es una constante para tener en cuenta al cruzar un país como Belize que viendo su tamaño en algún mapa daría a pensar que en pocas horas es posible cruzarlo. Y es que, si bien es algo que se puede, el estado de las carreteras y la necesidad obligada de hacer conexión en Belice City demoran este periplo. Si quieres ir desde el norte del país al sur (como hicimos nosotros) en bus, si o si tenés que pasar por Belice City y cambiar de bus. Las empresas de transportes son escasas y la información no es muy precisa en internet. Llego a pensar que es una estrategia para que las chances de hacer noche en alguna ciudad beliceña se acrecienten. La realidad es que muchas veces sus rutas son usadas de paso para ir a Guatemala o México. Volviendo a lo nuestro, no queríamos pasar una noche en Belice City o en Punta Gorda (o simplemente “PG” como le dicen los beliceños) para aprovechar un día más en la capital Garífuna. Los horarios no nos ayudaban por lo que para llegar al sur del país contratamos un vehículo particular que nos cobra cuatro veces más, pero nos deja en PG con tiempo de sobra para tomar el ferry (digamos en realidad una lancha) que nos lleva a Guatemala.

La ruta hacia PG es pintoresca, pasando por llanos y frondosas selvas durante el trayecto. Construcciones de arquitectura inglesa sobresalen a lo largo del camino.
Llegados finalmente al penúltimo destino nos topamos con que el shuttle para cruzar a Guatemala sale casi una hora mas tarde de lo previsto, por demora del capitán. Así mismo escucho otros tripulantes que comentan que estas demoras son habituales, por lo que la informalidad e improvisación parecen ser parte del servicio.
Antes de salir, hay que aclarar, es necesario hacer migraciones. La tranquilidad con la que los oficiales llevan adelante el trámite es a veces desesperante. Casi que ni nos revisan, solo nos preguntan si llevamos comida o algún licor. Sellan el pasaporte y listo.

El trayecto hasta Livingston dura aproximadamente 45 minutos en una barca donde ya no cabe ni un alfiler y el peso hunde el bote hasta una distancia tan cercana al agua como polémica. El sol se posiciona en un ángulo que esquiva el techo de la lancha y pega fuerte.
Llegamos a Livingston y se aprecia una tonalidad que varía entre los diferentes tonos de marrones y verdes. Dejamos atrás las aguas cristalinas y arena dorada de Belice para conectarnos con las aguas amarronadas y suavemente saladas producto de la unión del Río Dulce con el atlántico y con la humedad y diferentes verdes de la selva que acompañan el paisaje.
A diferencia de Cayo Caulker donde lo único con motor que se observa son los carritos de gol, aquí el transporte es el famoso tuc tuc o mototaxis.

Nos hospedamos en el hotel casa rosada que queda a 5 minutos del muelle principal yendo a pie. El albergue tiene diferentes habitaciones y cuenta con pequeñas cabañas que es donde nos quedamos; las cuales cuentan con tela mosquitera para cubrir la cama por la noche, ya que abundan los mosquitos, aunque sorpresivamente no es tan necesaria como se espera. El ambiente es bastante agradable y el clima invita a la relajación. Lagartijas y lagartos de todos los tamaños son frecuentes y aparecen desprevenidamente a lo largo del complejo; aunque siempre, vale la reseña, a una distancia considerable del observador. El hotel cuenta además con un muelle propio donde es posible tirarse al río o sumirse en la contemplación recostado sobre una hamaca.

Lo que respecta al pueblo de Livingston, se trata de una población de la etnia garífuna, que se radicó en este lugar en el siglo XVIII y que tienen sus raíces en la isla de San Vicente donde llegaron los esclavos africanos náufragos, que huían de los barcos esclavistas.
Se testimonia un marcado ritmo tranquilo en las calles y se observan muchos lugares para degustar la gastronomía local como el tapado, el rice and beans y el pan de coco. La calle principal hace las veces de peatonal donde uno se encuentra con variadas ofertas gastronómicas y turísticas. Paseamos hasta llegar a la playa capitanía, que, a pesar de un clima fresco para bañarse, invitaba a disfrutar de la tranquilidad y una buena vista hacia el mar abierto. Un pan de banano y un jugo de aloe acompañan la ocasión.

Al día siguiente contratamos un tour con Happy Fish para recorrer los sitios de siete altares y Playa Blanca. El primero de los atractivos es una sucesión de siete pozas de agua dulce que se echan cuesta abajo al mar caribe. Las paredes del río que dan esta caprichosa formación regalan además altos arboles que proporcionan buena sombra, impidiendo el paso de los rayos del sol; razón por la cual un baño en estas aguas termina siendo asunto de aquellos con termostato corporal flexible.
Antes de llegar al segundo destino del tour el bote que nos transporta pasa por el río Cocolí donde podemos apreciar zonas de manglares, aguas ultra mansas y variedad de fauna autóctonas.

Finalmente damos con el muelle de Playa Blanca, lugar donde pasamos el día acompañados de buen sol y aguas cálidas. El lugar cuenta con espacios y mobiliario para sentarse como también un bar, aunque con precios llamativamente elevados (se observan pocas personas que consumen en el mismo).

El último día aprovechamos para realizar una actividad por demás recomendable. Alquilamos una canoa doble en el Hotel, que por ser huésped nos la cobran a mitad de precio para usarla durante medio día. Nos dirigimos dirección a Río Dulce pegados a la orilla para no caer rehenes de la corriente que lleva al mar. Vientos provenientes de las zonas altas nos regalan momentos de intenso desgaste físico y hasta situaciones estresantes al engancharnos en las grandes ramas de arboles que dan al río. De igual forma aquellas situaciones no aplacan la ganancia vital de navegar por el gran cañón del Rio Dulce que regala una gran travesía por río, con la posibilidad de avizorar en el trayecto diversas especies de aves, de las que podemos dar cuenta a los pelícanos y garzas que nos observan soberbias desde los árboles mientras paseamos curiosos por sus aguas. El paisaje de Selva es realmente increíble. De vista al frente y ante la inmensidad del cañón y la indescifrable cantidad de árboles recuerda a repetidas escenas observadas en cualquier película basada en la conquista de américa o simplemente rodada en estas latitudes del planeta que despiertan en el espectador el deseo que adentrarse en esta naturaleza.
El día termina y con ello nuestra estadía en Livingston. Otra vez a la aventura de conseguir movilidad para llegar temprano a PG y hacer el trayecto a Belice City para desde allí partir hacia Playa del Carmen. Arreglamos con un marino de confianza para la gente del hotel, que, si bien nos cobra un porcentaje mayor para el viaje que saliendo en la barca colectiva, nos busca temprano al alba desde el muelle del Hotel. La aventura termina recién llegados al muelle de Punta Gorda debido a las inclemencias climáticas y los lugares vacíos en la pequeña lancha que hacen que los 45 minutos que separan a Livingston de PG sea una verdadera aventura de adrenalina y saltos por las picadas olas.
Livingston se presenta como un lugar sumamente interesante y con sabor a selva, que merece la oportunidad de ser visitado.

Excelente articulo sobre Belice y Livingston ( Guatemala) . Gracias por compartirlo .
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